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Lo interesante de este asunto es que con el paso del tiempo pude percatarme de que el comportamiento de las personas cambiaba radicalmente dentro y fuera del Templo (como el Dr. Jekyll y el Sr. Hyde que he mencioné en el tema de la mente). Adentro abundaban los golpes de pecho, los arrepentimientos y las peticiones por la paz de la humanidad, y fuera de ésta las súplicas se convertían en peleas, reclamos y en recordarle al prójimo el nombre de su amada madre en circunstancias de malos entendidos o en simples conatos de peleas.
Insisto: no me considero un detractor de la fe ni un atacante de la religión, pero yo soy de ese grupo de personas que prefieren pararse en una Iglesia en contadas ocasiones, y salir de ahí con una reanimación espiritual y para profesar lo que se aprende, que en vez de ir todas las semanas a "cumplir" con un mandamiento sin aprender nada ni en poner en práctica las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.
La forma en que nos expresamos e interactuamos con los demás es el reflejo más fidedigno de lo que guardamos en el interior de nuestro ser. Sentimientos como la amargura, el odio o la envidia siempre encuentran la manera de expresarse a través de las palabras y de las acciones que ejercemos, y de las maneras más peculiares. De la misma forma, nuestro cuerpo refleja las actitudes y los cuidados que tenemos para con nuestra esencia creadora; la gula y la pereza se perciben sin dificultad alguna, y una buena condición y salud física se convierte de manera automática en un sinónimos de disciplina, cuidado y bienestar.
Quien haya tenido la oportunidad de leer el Kybalión (y quien no sabe de lo que estoy hablando, aléjese inmediatamente de donde estén leyendo esto para ir a conseguir una copia a su librería más cercana), sabrá que la 2ª ley de estas máximas herméticas trata sobre el principio de la reciprocidad; dicho de otra forma, yo recibo lo que yo doy (dando y dando para que me terminen de entender). El día que tuve la oportunidad de poder leer este axioma comprendí la importancia del valor de las palabras y de los compromisos que enunciamos con nuestras energías. En ese momento supe que no quería ser como todas aquellas personas que van a darse golpes de pecho cada domingo a mostrar un arrepentimiento social, pero que en el rincón más oscuro de sus hogares formulaban el más ponzoñoso de los venenos contra sus vecinos, amigos y familiares.´
Valiéndome del concepto de la reciprocidad, y tal y como lo enunció el Maestro, nuestro cuerpo terrenal es una representación simbólica de un Templo imperceptible, en el que habita la chispa de la divinidad de la creación, y que se debe cuidar, atender y limpiar con esmero y dedicación. Igualmente, es una proporción mínima del Todo, del universo al que pertenecemos y en donde habitamos; es un microcosmos con energía, vida, y capacidades de generación en múltiples niveles.
Mi cuerpo, mi templo y mi cosmos es lo único con lo que cuento en esta vida terrenal para poder llevar a cabo mi trabajo en la Gran Obra del Creador. Es necesario entonces darle los cuidados y el mantenimiento que necesita y que se merece. Como es afuera, es adentro y viceversa.
Q.A.
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Quien haya tenido la oportunidad de leer el Kybalión (y quien no sabe de lo que estoy hablando, aléjese inmediatamente de donde estén leyendo esto para ir a conseguir una copia a su librería más cercana), sabrá que la 2ª ley de estas máximas herméticas trata sobre el principio de la reciprocidad; dicho de otra forma, yo recibo lo que yo doy (dando y dando para que me terminen de entender). El día que tuve la oportunidad de poder leer este axioma comprendí la importancia del valor de las palabras y de los compromisos que enunciamos con nuestras energías. En ese momento supe que no quería ser como todas aquellas personas que van a darse golpes de pecho cada domingo a mostrar un arrepentimiento social, pero que en el rincón más oscuro de sus hogares formulaban el más ponzoñoso de los venenos contra sus vecinos, amigos y familiares.´
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Mi cuerpo, mi templo y mi cosmos es lo único con lo que cuento en esta vida terrenal para poder llevar a cabo mi trabajo en la Gran Obra del Creador. Es necesario entonces darle los cuidados y el mantenimiento que necesita y que se merece. Como es afuera, es adentro y viceversa.
Q.A.
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