Ir al contenido principal

666: el número del Cristo


Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento 
cuente el número de la bestia, pues es el número de hombre. 
Y su número es seiscientos sesenta y seis. 
Libro de las Revelaciones, 13:18.

Quienes fuimos criados bajo una influencia católica/cristiana en casa, podremos interpretar inmediatamente que el número 666 es el que se asocia inmediatamente al de la bestia o del anticristo (tal y como se ha mencionado en líneas previas), mismo que guarda una estrecha relación con las fuerzas de naturaleza oscura.

De similar modo, la cultura popular se ha hecho cargo de enaltecer esta idea entre una gran parte de la población mundial a lo largo de diferentes periodos; en el séptimo arte, la película de 1976 “La Profecía” retrata en Damian, un niño de naturaleza oscura, al hijo del príncipe de las tinieblas, gracias a un lunar oculto en su cuero cabelludo donde aparecía este siniestro número; una década después, la banda de rock inglesa, Iron Maiden, hizo lo propio en el ámbito del rock pesado con el disco y la canción “666 the number of the beast”.

Según se ha planteado, queda claro que desde un punto de vista eclesiástico, cultural y artístico, la mayoría de las personas hemos estado expuestas a una influencia preponderantemente negativa en relación al significado más oculto de este número. Señalo que el objetivo de este texto no obedece de ningún modo a la intención de querer atacar o cambiar una filosofía o un dogma, pero lo que sí me queda claro es que puede estar sujeto a mucha controversia, partiendo incluso desde el título, por lo que antes de adentrarme en el argumento del mismo, es mi deseo el de ofrecer una sincera disculpa por si alguno de los lectores se siente incomodado por la naturaleza que se tratará a continuación.

Para Abbagnano, el misticismo se define como “toda doctrina que admite una comunicación directa entre el hombre y Dios”, y que es una relación en virtud de la cual el hombre puede no sólo volver a Él, sino que le permite unírsele en un acto supremo. Para quienes estamos inmersos en un ambiente esotérico, es necesario el estudio de doctrinas que permitan aportar una visión primigenia del origen de la mayoría de las creencias y prácticas místicas/religiosas.

           
La palabra Kabbalah, que literalmente significa “para recibir” es no sólo la referencia de los estudios de una de las civilizaciones más antiguas del mundo (la judía), sino la base de muchas escuelas iniciáticas que han encontrado en lo más profundo de sus entrañas un sistema de correspondencias perfectas para establecer una comunicación con fuerzas intangibles. Dicho lo anterior, es necesario hacer una alusión básica a uno de los diagramas más importantes en el estudio de la Kabbalah: el Árbol de la Vida, que está compuesto de 10 esferas o niveles de manifestación (conocidas como séfira de forma individual y como séfirot de forma plural), y de 22 senderos que sirven para unirlos. La importancia que tiene este diagrama en nuestros estudios radica en la correspondencia que este tiene tanto a nivel macro como microcósmico. Es decir, si se le sobrepusiera a la figura del ser humano, se encontraría empatado con puntos energéticos importantísimos, y que además tienen una similitud casi perfecta con los chakras, que como sabemos, pertenecen a una escuela diferente.

Es en este punto en donde se deben agudizar los sentidos para comprender los arcanos ocultos de este mapa cósmico, ya que como os lo describiré a continuación, a cada una de estas esferas no sólo se le asignan posiciones y puntos energéticos en el ser humano, sino también de una influencia planetaria.

El Árbol de la Vida tiene 7 séfiras que poseen una correspondencia directa con 7 planetas que eran venerados en la antigüedad: la 3ª, Binah, con Saturno, la 4ª, Chesed, con Júpiter, la 5ª, Geburah, con Marte, la 6ª, Tiphareth, con el Sol, la 7ª, Netzach, con Venus, la 8ª, Hod, con Mercurio, la 9ª, Yesod, con la Luna, y finalmente la 10ª, Malkuth, con elemento tierra y a la vez con el planeta Saturno. Las primeras 2 séfiras, Kether y Chokmah son asociadas con la chispa divina y con el cinturón zodiacal respectivamente, en algunas tradiciones más antiguas, pero recientemente se les han dotado de las atribuciones de Plutón y de Urano, tal y como se observan en los glifos señalados en esta misma figura.

Por el momento es necesario enfocarse únicamente en las séfirot, en las energías que cada una de ellas guarda, pero también en dónde están ubicadas. Para el caso concreto de este texto, ubiquemos la séfira número 6: Tiphareth. En su correspondencia microcósmica, esta séfira se halla en el pericardio, justo entre el ombligo y el corazón; es notorio ver que su correspondencia astrológica es la del planeta Sol, y que a esta parte del cuerpo se le conozca también como plexo solar.

Continuando en este orden de ideas, y entrando en un plano más profundo, algunos estudiosos en el arte de las correspondencias simbólicas, tales como Israel Regardie y el Dr. William Wynn Westcott, redescubrieron una serie de ideas primigenias y las pusieron al alcance de sus adeptos, de tal modo que a través de los números pudieron hallar un sistema de comunicación metafísico de mayor trascendencia, y con energías e influencias correspondientes; una de ellas fue a través de los cuadrados mágicos.

El origen de los cuadrados mágicos data alrededor del año 2200 a.C., y su aparición en el occidente se remonta al año 130 d.C., en los trabajos del astrónomo griego Teón de Esmirna. En la Edad Media, los cuadrados mágicos se usaron para predecir el futuro, curar enfermedades y como amuletos. Cornelio Agrippa los incluyó en su tratado titulado “Filosofía oculta”, y diversos artistas del Renacimiento, como Dureiro, los hicieron parte importante de sus obras.

El redescubrimiento de Regardie y Westcott, que como se ha dicho, consistió en poner al alcance de sus adeptos esta clase de información y prácticas, abrió una nueva brecha en el campo de la numerología y de la interpretación de la teúrgia. Veámoslo de este modo: la siguiente figura muestra un cuadrado mágico de la 3ª séfira (Binah); como se puede observar, se compone de 3 filas y de 3 columnas, tal y como el número de la esfera a la que se le asocia. Teniendo un total de 9 cuadros, la suma de cada una de sus líneas da un total de 15, y la suma de todas ellas da un total de 45. De este modo, el número 15 y el número 45 son asociados con la energía pesada del planeta Saturno; siguiendo con este proceso, las séfiras 4 y 5 tendrán cuadrados mágicos de 4 y 5 filas y columnas, de manera respectiva.
Cuadrado Mágico de Saturno

Al llegar a estudiar el cuadrado mágico de la séfira del Sol, Tiphareth, es posible encontrar algo que resulta realmente interesante: la suma de cada una de sus líneas da un total de 111 (ya sean de forma vertical, horizontal o en diagonal); la suma total de sus líneas da como resultado 666. La suma total de sus columnas da como resultado 666.



¿Cuál es entonces la relación que guarda este fatídico mítico, hallado en el cuadrado mágico de los estudios de Agrippa correspondiente a la esfera Solar, con el título del Cristo? La palabra hebrea para definir Bestia, es Chioa, misma que tiene una gematría de 25 (la gematría es el arte de encontrar el valor numérico de cualquier palabra y asociarlo con otras del mismo valor). Este número, de manera realmente interesante, se asocia con las siguientes frases: “Déjalo ser”, “Estará separado”, “Así que”.

Antes de continuar en este entramado numérico/místico, me permito hacer mención de que el número 666 no aparece en las Sagradas Escrituras una, sino 2 veces, como a continuación lo expongo:

El peso del oro que venía a Salomón cada año, 
era de seiscientos sesenta y seis talentos de oro. 
2 Crónicas 9:13.

Resulta interesante que el número 666 en este pasaje sea relacionado a una cantidad anual que recibía el Rey Salomón, y de un material asociado precisamente al astro solar; imposible es entonces no poder conjeturar la relación entre un elemento y otro. ¿Es entonces el 666 un número maligno? Yo considero que no, si se llega a entender en su totalidad su verdadera esencia. ¿Es entonces el 666 el número de la Bestia? Sí, pero también es el número del Hombre.

Tal vez la esencia de la palabra hebrea Chioa, que se asocia a las ideas descritas con anterioridad, sirva como parteaguas para comprender lo que realmente se nos trata de explicar de manera sutil. No olvidemos que a fin de cuentas, fue el hombre quien se encargó de poner al Hijo del Hombre en una cruz. Quizás, para comprender la belleza de este número, hay que suponer que el verdadero poder del Cristo radica en saber hacer la separación individual del hombre de su esencia bestial.

En su trabajo Las obras del amor: meditaciones cristianas en forma de discursos, Soren Kierkegaard afirma que “la verdadera lucha cristiana siempre implica un doble peligro, porque se lucha en dos lugares: primero, en el ser interior de la persona, donde uno debe luchar consigo mismo, y luego avanza en esta lucha, fuera de la persona con el mundo”. Todos comprendemos que una persona moral debe practicar cierto grado de sacrificio, para vencer la potente fuerza del deseo egoísta y liberarse, de modo que pueda actuar en el interés de los demás.

Realmente es indudable que el número 666 aún podrá seguir sujeto sujeto a mucha controversia. No por nada, a lo largo del tiempo se le ha considerado como un número maldito y asociado al Anticristo (aunque de esto último ignoro el por qué). Sin embargo, quizás al comprender la correlación que guarda con el astro solar y con todos sus niveles de correspondencia, tal vez podríamos empezar a ver las cosas con otros ojos. A fin de cuentas ¿no es ese el trabajo del místico? 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

El fuego interno

Después del análisis introductorio sobre las cuestiones de la mente, el cuerpo y los sentimientos, sólo queda un aspecto del género humano por tratar, que se pueda comparar con los elementos primigenios de la naturaleza: la fuerza interna, mejor conocido como el coraje o la motivación. Desde el principio de la Historia, el fuego ha sido usado como un catalizador para la transformación de los elementos que nos rodean. Gracias al descubrimiento del proceso de la combustión, se pudieron descubrir distintos métodos que dieron pie a importantes avances de la civilización. Sin el calor, no sólo hubiera sido imposible el cocinar los alimentos, sino que tampoco se habría podido descifrar el proceso de fundir metales para construir armas y herramientas. Visto desde una perspectiva diferente, el fuego es el único elemento que no está al alcance inmediato del ser humano, y que incluso puede ser considerado como un arma de destrucción, sino se sabe manejar adecuadamente; el calor producido...

Algunas reflexiones sobre el discurso

El uso de la palabra tiene una connotación oculta muy profunda, ya que se puede remitir a la insinuación en términos del Logo de Dios; la Biblia es el único libro religioso que revela la importancia del discurso cuando dice que toda la creación de Dios surgió de lo que Él dijo. Existe una creencia tradicional que explica que el poder descubrir el verdadero nombre de algo, significa obtener poder sobre este, tal y como lo cuenta la leyenda egipcia de Isis para obtener el verdadero nombre de Ra, o como en el cuento folklórico de Rumpelstiltskin, de los hermanos Grimm. Otro caso similar es el que se utiliza en el ritual católico del exorcismo, en el que para poder expulsar una energía negativa del cuerpo de un poseído, se necesita no sólo la autoridad y el poder de Dios, sino el nombre del ente. El sacramento del bautizo, en el ritual cristiano, es precisamente la obtención de un nombre, y en muchas órdenes y doctrinas esotéricas, los recién iniciados son recibidos precisamente co...