¿Alguna vez te has preguntado por qué se suele hablar de 5 elementos en lugar de 4?
La Tierra, el Aire, el Agua y el Fuego son considerados como los 4 estados elementales de la materia, mismos que contienen diferentes densidades energéticas de manifestación, que van desde la más sublime (Aire) hasta la más pesada (Tierra). A lo largo de nuestras vidas, y gracias a la educación que recibimos en las aulas, nos hacemos a la idea de que existen únicamente estas 4 manifestaciones en la naturaleza. Sin embargo, al adentrarnos en el mundo del esoterismo, descubrimos que hay un elemento del que nunca se nos había hecho mención y que resulta de significativa importancia en la práctica de la magia: el éter o la quintaesencia.
Al igual que la existencia de todo aquello que es visible, resulta importante señalar del mismo modo que todo aquello que no es visible también está ahí, aunque nuestros ojos no le puedan dar una forma. Los católicos son (o deberían ser) conscientes de esto, cuando en la oración del credo recitan su convicción en un Dios creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible y lo no visible. Pero ¿cómo definir, nombrar o controlar aquello que está y a la vez no está ahí?
El éter, en palabras sencillas, debe ser considerado como una red de la cual todos los seres vivos estamos conectados. Retrocediendo rápidamente en el tiempo hasta la etapa escolar, ¿recuerdas las 4 fases generales del ciclo de la vida? Nacemos, crecemos, nos reproducimos y al final morimos. Cuando dejamos de existir en el plano físico, el cuerpo material se reintegra a la naturaleza por diferentes procesos, y al final de todo, se cumple lo que marca el Génesis: polvo eres y al polvo regresarás.
La reintegración a la Naturaleza es material prudente para otra publicación, pero lo que se debe rescatar de lo anterior es lo siguiente: de un modo o de otro, la vida genera vida por sí misma, incluso en el proceso de la muerte. Aleister Crowley lo plasmó excelsamente en su arcano XIII, puntualizando que donde termina una cosa es donde comienza otra. De esta manera, se podría decir que somos lo que somos debido a lo que alguna vez existió. Parafraseando a Mufasa en el Rey León, todos estamos interconectados en el gran ciclo de la vida.
La quintaesencia, a su vez, funciona como un catalizador de las emociones y acciones que se realizan en el día a día; en otras palabras, es como el motor que echa a andar el mecanismo del efecto mariposa: una acción "insignificante" puede convertirse en algo potencialmente peligroso con el paso del tiempo. Esta es la razón por la que la primera enseñanza de las ciencias herméticas debe ser la de la práctica del hermetismo en sí (es decir, del silencio absoluto a lo que se haga o se diga). El conocimiento en las manos equivocadas puede ocasionar grandes daños sin ser conscientes de ello.
Algunos otros textos y referencias describen al éter con el término de espíritu. En vista de que la esencia es básicamente la misma (que no es visible a los ojos mundanos), no hay mayor problema en cuanto a su correcta definición o interpretación.
En resumen: el éter puede percibirse como una gran sustancia invisible latente en el universo y de la cual todos formamos parte. Al ser imperceptible ante el ojo no preparado, se debe sacar el mayor de los provechos para su estudio e interpretación en nuestras prácticas cotidianas. Queda claro que resultaría difícil creer en algo que no se puede ver ni sentir... pero esa es la mayor de las diferencias entre los iniciados y los profanos.
Q. A.
La reintegración a la Naturaleza es material prudente para otra publicación, pero lo que se debe rescatar de lo anterior es lo siguiente: de un modo o de otro, la vida genera vida por sí misma, incluso en el proceso de la muerte. Aleister Crowley lo plasmó excelsamente en su arcano XIII, puntualizando que donde termina una cosa es donde comienza otra. De esta manera, se podría decir que somos lo que somos debido a lo que alguna vez existió. Parafraseando a Mufasa en el Rey León, todos estamos interconectados en el gran ciclo de la vida.
La quintaesencia, a su vez, funciona como un catalizador de las emociones y acciones que se realizan en el día a día; en otras palabras, es como el motor que echa a andar el mecanismo del efecto mariposa: una acción "insignificante" puede convertirse en algo potencialmente peligroso con el paso del tiempo. Esta es la razón por la que la primera enseñanza de las ciencias herméticas debe ser la de la práctica del hermetismo en sí (es decir, del silencio absoluto a lo que se haga o se diga). El conocimiento en las manos equivocadas puede ocasionar grandes daños sin ser conscientes de ello.
Algunos otros textos y referencias describen al éter con el término de espíritu. En vista de que la esencia es básicamente la misma (que no es visible a los ojos mundanos), no hay mayor problema en cuanto a su correcta definición o interpretación.
En resumen: el éter puede percibirse como una gran sustancia invisible latente en el universo y de la cual todos formamos parte. Al ser imperceptible ante el ojo no preparado, se debe sacar el mayor de los provechos para su estudio e interpretación en nuestras prácticas cotidianas. Queda claro que resultaría difícil creer en algo que no se puede ver ni sentir... pero esa es la mayor de las diferencias entre los iniciados y los profanos.
Q. A.
Comentarios
Publicar un comentario